El pensamiento de esa pareja despreocupada, excita su sed de sangre y apenas puede aguantar estos últimos segundos de inactividad antes de salir del ataúd y abalanzarse sobre sus presas. De pronto, sabe que el sol se ha ido. Como un ángel del infierno, se levanta rápidamente, se metamorfosea en murciélago y vuela febrilmente a la casa de sus tentadoras víctimas.
-¿Vaya, conde Drácula, que agradable sorpresa!- dice la mujer del panadero al abrir la puerta para dejarlo pasar.
-¿Qué le trae por aquí tan temprano?- pregunta el panadero.
-Nuestro compromiso de cenar juntos- contesta el conde. -Espero no haber cometido un error. Era esta noche, ¿no?
-Sí, esta noche, pero aún faltan siete horas.
-¿Cómo dice?- inquiere Drácula echando una mirada sorprendida a la habitación.
-¿O es que ha venido a contemplar el eclipse con nosotros?
-¿Eclipse?
-Así es.
-Hoy tenemos un eclipse total.
-¿Qué dice?
-Dos minutos de oscuridad total a partir de las doce del mediodía.
-¡Vaya por Dios! ¡Qué lío!
-¿Qué pasa, señor conde?
-Perdóneme... debo... _Debo irme...Hem...¡Oh, qué lío!..._ y, con frenesí, se aferra al picaporte de la puerta.
-¿Ya se va? Si acaba de llegar.
-Sí, pero, creo que...
-Conde Drácula, está usted muy pálido.
-¿Sí? necesito un poco de aire fresco. Me alegro de haberlos visto...
-¡Vamos! Siéntese. Tomaremos un buen vaso de vino juntos.
-¿Un vaso de vino? Oh, no, hace tiempo que dejé la bebida, ya sabe, el hígado y todo eso. Debo irme ya. Acabo de acordarme que dejé encendidas las luces de mi castillo... Imagínese la cuenta que recibiría a fin de mes...
-Por favor-dice el panadero pasándole al conde un brazo por el hombro en señal de amistad.
-Usted no molesta. No sea tan amable. Ha llegado temprano, eso es todo.
-Créalo, me gustaría quedarme, pero hay una reunión de viejos condes rumanos al otro lado de la ciudad y me han encargado la comida.
-Siempre con prisas. Es un milagro que no haya tenido un infarto.
-Sí, tiene razón, pero ahora...
-Esta noche haré pilaf de pollo- comenta la mujer del panadero. -Espero que le guste.
-¡Espléndido, espléndido!- dice el conde con una sonrisa empujando a la buena mujer sobre un montón de ropa sucia.
Luego, abriendo por equivocación la puerta del armario, se mete en él.
-Diablos, ¿dónde está esa maldita puerta?
-¡ja, ja!- se ríe la mujer del panadero.
-¿Qué ocurrencias tiene, señor conde!
-Sabía que le divertiría- dice Drácula con una sonrisa forzada-, pero ahora déjeme pasar.
Por fin, abre la puerta, pero ya no le quedaba tiempo.
-¡Oh, mira, mamá- dice el panadero-, el eclipse debe de haber terminado! Vuelve a salir el sol.
-Así es- dice Drácula cerrando de un portazo la puerta de entrada. -He decidido quedarme. Cierren todas las persianas, rápido, ¡rápido! ¡No se queden ahí!
-¿Qué persianas?- preguntó el panadero.
-¿No hay? ¡lo que faltaba! ¡Qué para de...! ¿Tendrían al menos un sótano en este tugurio?
-No- contesta amablemente la esposa. -Siempre le digo a Jarslov que construya uno, pero nunca me presta atención. Ese Jarslov...
-Me estoy ahogando. ¿Dónde está el armario?
-Ya nos ha hecho esa broma, señor conde. Ya nos ha hecho reír lo nuestro.
-¡Ay... qué ocurrencia tiene!
-Miren, estaré en el armario. Llámenme a las siete y media. Y, con esas palabras, el conde entra al armario y cierra la puerta.
-¡Ja,ja...! ¡qué gracioso es, Jarslov! Señor conde, salga del armario. deje de hacer burradas.
Desde el interior del armario, llega la voz sorda de Drácula. -No puedo... de verdad. Por favor, créanme. Tan solo permítanme quedarme aquí. Estoy muy bien. De verdad.
-Conde Drácula, basta de bromas. Ya no podemos más de tanto reirnos.
-Pero créanme, me encanta este armario.
-Sí, pero...
-Ya sé, ya sé... parece raro y sin embargo aquí estoy, encantado. El otro día precisamente le decía a la señora Hess, deme un buen armario y allí puedo quedarme durante horas. Una buena mujer, la señora Hess. Gorda, pero buena... Ahora, ¿por qué no hacen sus cosas y pasan a buscarme al anochecer? Oh,Ramona, la la la la, ramona...
En aquel instante entran el alcalde y su mujer, Katia. Pasaban por allí y habían decidido hacer una visita a sus buenos amigo, el panadero y su mujer. -¡Hola Jarslov! espero que Katia y yo no molestemos.
-Por supuesto que no, señor alcalde. Salga, conde Drácula.¡Tenemos visita!
-¿Está aquí el conde?- pregunta el alcalde, sorprendido.
-Sí, y nunca adivinaría dónde está, dice la mujer del panadero
-¡Que raro es verlo a esta hora! De hecho no puedo recordar haberle visto ni una sola vez durante el día.
-Pues bien, aquí está. ¡Salga de ahí, conde Drácula!
-¿Dónde está?- pregunta Katia sin saber si reír o no.
-¡Salga de ahí ahora mismo! ¡Vamos!- La mujer del panadero se impacienta.
-Está en el armario- dice el panadero con cierta vergüenza.
-¡No me digas!- exclama el alcalde.
-¡Vamos!- dice el panadero con un falso buen humor mientras llama a la puerta del armario.
-Ya basta. Aquí está el alcalde.
-Salga de ahí conde Drácula- grita el alcalde. -Tome un vaso de vino con nosotros.
-No, no cuenten conmigo. Tengo que despachar unos asuntos pendientes.
-¿En el armario?
-Sí, no quiero estropearles el día. Puedo oír lo que dicen: Estaré con ustedes en cuanto tenga algo que decir.
Se miran y se encogen de hombros. Sirven vino y beben.
-Qué bonito el eclipse de hoy- dice el alcalde tomando un buen trago.
-¿Verdad?- dice el panadero.- Algo increíble.
-¡Díganmelo a mí! ¡Espeluznante!- dice una voz desde el armario.
-¿Qué Drácula?
-Nada, nada. No tiene importancia.
Así pasa el tiempo hasta que el alcalde, que ya no puede soportar esa situación, abre la puerta del armario y grita:
-¡Vamos, Drácula! Siempre pensé que usted era una persona sensata. ¡Déjese de locuras!
Al entrar la luz del día, Drácula lanza un grito desgarrador y desaparece, convirtiéndose en un esqueleto y luego en cenizas ante la mirada asombrada de los presentes.